Este bello poema, atribuido al rey David, es una lección de confianza y tranquilidad en Dios.
El salmista compara al Señor con un complaciente Pastor que se preocupa por nosotros, sus ovejas, y lo asemeja con un bondadoso Padre de familia que con su solícita Providencia concede seguridad y siempre recibe en su seno, amorosamente y con generosidad, a los que a Él acuden.