¡Oh, Santa Cruz!,
madero hermoso en
donde murió mi Señor
para darme eterna
luz y librarme del contrario,
ante ti me humillo, ante ti me arrodillo
y reverente imploro a mi Señor Jesucristo
y reverente imploro a mi Señor Jesucristo
que, por los
padecimientos que sobre ti recibió
en su Santísima
Pasión,
me conceda los
bienes espirituales y corporales
que me convengan y sean mejor.
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